Capítulo 10
10.1. En su lugar natal, Confucio era modesto en sus maneras y hablaba con cautela[como si no supiera expresarse].
Sin embargo, en el templo de sus antepasados y en la corte, su discurso era elocuente,
aunque circunspecto.
10.2. Cuando en la corte conversaba con los funcionarios inferiores, era afable; cuando
conversaba con los funcionarios superiores, era respetuoso. Frente al soberano, era humilde,
aunque sereno.
10.3. Cuando el soberano le ordenaba dar la bienvenida a un huésped, mostraba
gravedad y buena disposición. Cuando se inclinaba y saludada a izquierda y derecha, su
túnica seguía los movimientos de su cuerpo, y, cuando se apresuraba, sus mangas
ondeaban como alas. Al final de la visita, siempre anunciaba: «El invitado ha partido.»
10.4. Cuando atravesaba la puerta ante el palacio del Duque, su paso era discreto.
Nunca se paraba en medio del paso ni ponía el pie en el umbral.
Cuando pasaba frente al trono, adoptaba una expresión de gravedad, aceleraba el paso y
hablaba como si no tuviera voz. Al subir las gradas del salón de audiencias, alzaba el
extremo de su túnica y se inclinaba conteniendo el aliento; al salir y descender el primer
escalón, expresaba alivio y satisfacción.
En el último escalón, se movía ligero como si anduviera sobre alas. Al volver a ocupar su
lugar, recuperaba su semblante humilde.
10.5. Cuando sostenía la tabla de jade, se inclinaba como doblándose bajo su peso. La
alzaba como para saludar y la bajaba como para ofrecerla. Su expresión reflejaba respeto, y
caminaba dando pasos cortos como si caminara por un sendero estrecho.
Cuando ofrecía presentes rituales, su expresión era elegante. En las audiencias privadas
era alegre.
10.6. Un caballero no lleva solapas color púrpura ni malva; el rojo y el violeta no deben
utilizarse diariamente en el hogar.
En medio del calor del verano lleva ropa clara, rica o pobre, pero nunca sale sin ponerse
la túnica.
Con una túnica negra, lleva piel de oveja; con una túnica blanca, piel de ciervo; con una
túnica amarilla, piel de zorro.
Su túnica de piel, de puertas adentro, es larga, con la manga derecha más corta.
Su camisón de noche llega hasta las rodillas.
Las gruesas pieles de zorro y tejón son más apropiadas dentro del hogar.
Excepto en los duelos, siempre lleva los adornos de su cinturón.
Con la salvedad de su túnica ceremonial, que es de una sola pieza, toda su ropa está
cortada y cosida.
En los funerales, no deben llevarse pieles de cordero ni bonetes negros.
El Día de Año Nuevo debe asistir a la corte con ropa de corte.
10.7. En periodos de abstinencia, lleva la ropa de purificación, que está hecha de lino
sencillo.
En periodos de abstinencia, sigue otra dieta, y en el hogar no se sienta en su sitio
habitual.
10.8. Aunque su arroz sea de la mejor calidad, no come en exceso; aunque su carne esté
finamente picada, no la engulle.
No come alimentos que estén pasados o rancios, pescado que no esté fresco, ni carne
estropeada. Tampoco alimentos que hayan perdido el color, que huelan mal, que estén mal
cocinados, que no sean servidos en el momento apropiado, que no estén cortados
adecuadamente, o que no sean servidos con su salsa correspondiente.
Aunque haya mucha carne, no comerá más carne que arroz.
En lo que respecta al vino, sin embargo, no hay limitación, siempre que mantenga la
cabeza clara.
No consume vino comprado en un comercio, ni carne seca del mercado.
A lo largo de la comida tiene a mano algo de jengibre, pero lo utiliza con moderación.
10.9. Después de un sacrificio oficial, la carne no debe conservarse pasada la noche. La
carne de los sacrificios domésticos no debe conservarse más de tres días. Después del
tercer día, no debe comerse.
10.10. No debe conversarse durante las comidas ni en la cama.
10.11. Por simple que sea la comida, debe recitarse una plegaria antes de cada una de
ellas, y recitarse con devoción.
10.12. No hay que sentarse en una esterilla que no esté bien dispuesta.
10.13. Cuando se bebe en una celebración de un pueblo, no debe marcharse antes que
los ancianos.
10.14. Cuando se practicaba un exorcismo en su pueblo natal, él asistía vestido con la
ropa de la corte en el lado este.
10.15. Cuando enviaba un mensaje a alguien en otro Estado, se inclinaba dos veces
antes de enviar al mensajero.
10.16. El señor Ji Kang le envió algunas medicinas. Confucio se inclinó y aceptó el
regalo, pero dijo: «No estoy familiarizado con esta sustancia y no me atrevo a probarla.»
10.17. Cuando se incendiaron los establos, el Maestro dejó la corte y preguntó: «¿Hay
alguien herido?» No preguntó por los caballos.
10.18. Cuando el príncipe le envía un presente de comida cocinada, debe probarla
inmediatamente después de haber dispuesto correctamente su esterilla. Cuando el príncipe
le envía un presente de alimentos crudos, debe cocinarlos y ofrecerlos a los antepasados.
Cuando el príncipe le regala un animal vivo, debe conservarlo.
Cuando espera al príncipe a la hora de comer, prueba los alimentos antes de que éste
haga las ofrendas ceremoniales.
10.19. Cuando Confucio cayó enfermo, el Duque acudió a visitarlo. Estaba tumbado con
la cabeza dirigida al Este, la ropa de Corte plegada encima de la cama y la faja ceremonial
extendida [para mostrar su respeto].
10.20. Siempre que el Duque lo llamaba, acudía sin esperar a que los caballos fuesen
enganchados a su carro.
10.21. Cuando visitaba el Gran Templo, Confucio se informaba sobre todos y cada uno
de sus puntos.
10.22. Cuando murió un amigo, no había nadie para encargarse del funeral. Confucio
dijo: «Yo me encargaré.»
10.23. Cuando recibía un regalo de un amigo, aunque friera de tanta importancia como
un carro y [varios] caballos, no se inclinaba saludando, a menos que fuese un presente de
carne para el sacrificio ceremonial.
10.24. En la cama, no yacía rígido como un cadáver; en casa, no se sentaba tieso como
un invitado.
10.25. Siempre que veía a una persona en duelo reciente, incluso si era alguien a quien
encontraba cada día, siempre le expresaba sus condolencias. Siempre que veía a alguien
con el bonete ceremonial, o a un ciego, aunque fuese de humilde posición, le expresaba sus
respetos. Cuando viajaba en su carruaje, siempre se inclinaba para saludar a cualquiera que
pasara en duelo, aunque fuera un simple vendedor ambulante.
Cuando se le ofrecía en un banquete una exquisitez exótica, expresaba su aprecio
poniéndose en pie.
El estallido repentino de un trueno o de un violento vendaval siempre afectaba su
semblante.
10.26. Al entrar en su carruaje, siempre se mantenía recto mirando al frente, y se servía
del pasamano. Una vez dentro, no miraba hacia atrás, ni conversaba sin sentido, ni señalaba
con el dedo.
10.27. Asustado, el pájaro alzó el vuelo; voló hacia otra parte y después volvió a posarse.
Confucio comentó: «El faisán del puente de la montaña conoce el momento adecuado,
¡conoce el momento adecuado!»
Zilu se inclinó ante el pájaro, que aleteó tres veces antes de emprender el vuelo.
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