25/5/13

Sobre la teoría de la relatividad - Einstein - 7. La aparente incompatibilidad de la ley de propagación de la luz con el principio de la relatividad



7.    La aparente incompatibilidad de la ley de propagación de la luz con el principio de la relatividad

Apenas hay en la física una ley más sencilla que la de propagación de la luz en el espacio vacío. Cualquier escolar sabe (o cree saber) que esta propagación se produce en línea recta con una velocidad de c = 300.000 km/s. En cualquier caso, sabemos con gran exactitud que esta velocidad es la misma para todos los colores, porque si no fuera así, el mínimo de emisión en el eclipse de una estrella fija por su compañera oscura no se observaría simultáneamente para los di­versos colores. A través de un razonamiento similar, relativo a observaciones de las estrellas dobles, el as­trónomo holandés De Sitter consiguió también demos­trar que la velocidad de propagación de la luz no puede depender de la velocidad del movimiento del cuerpo emisor. La hipótesis de que esta velocidad de propaga­ción depende de la dirección «en el espacio» es de suyo improbable.

Supongamos, en resumen, que el escolar cree justificadamente en la sencilla ley de la constancia de la velo­cidad de la luz c (en el vacío). ¿Quién diría que esta ley tan simple ha sumido a los físicos más concienzudos en grandísimas dificultades conceptuales? Los problemas surgen del modo siguiente.
Como es natural, el proceso de la propagación de la luz, como cualquier otro, hay que referirlo a un cuerpo de referencia rígido (sistema de coordenadas). Volve­mos a elegir como tal las vías del tren e imaginamos que el aire que había por encima de ellas lo hemos elimi­nado por bombeo. Supongamos que a lo largo del te­rraplén se emite un rayo de luz cuyo vértice, según lo anterior, se propaga con la velocidad c respecto a aquél. Nuestro vagón de ferrocarril sigue viajando con la ve­locidad v, en la misma dirección en que se propaga el rayo de luz, pero naturalmente mucho más despacio. Lo que nos interesa averiguar es la velocidad de propa­gación del rayo de luz respecto al vagón. Es fácil ver que el razonamiento del epígrafe anterior tiene aquí aplicación, pues el hombre que corre con respecto al vagón desempeña el papel del rayo de luz. En lugar de su velocidad W respecto al terraplén aparece aquí la velocidad de la luz respecto a éste; la velocidad w que buscamos, la de la luz respecto al vagón, es por tanto igual a:
w = c — v
Así pues, la velocidad de propagación del rayo de luz respecto al vagón resulta ser menor que c.
Ahora bien, este resultado atenta contra el principio de la relatividad expuesto en §5, porque, según este principio, la ley de propagación de la luz en el vacío, como cualquier otra ley general de la naturaleza, debe­ría ser la misma si tomamos el vagón como cuerpo de referencia que si elegimos las vías, lo cual parece impo­sible según nuestro razonamiento. Si cualquier rayo de luz se propaga respecto al terraplén con la velocidad c, la ley de propagación respecto al vagón parece que tiene que ser, por eso mismo, otra distinta... en contradicción con el principio de relatividad.
A la vista del dilema parece ineludible abandonar, o bien el principio de relatividad, o bien la sencilla ley de la propagación de la luz en el vacío. El lector que haya seguido atentamente las consideraciones anteriores es­perará seguramente que sea el principio de relativi­dad —que por su naturalidad y sencillez se impone a la mente como algo casi ineludible— el que se mantenga en pie, sustituyendo en cambio la ley de la propagación de la luz en el vacío por una ley más complicada y compatible con el principio de relatividad. Sin em­bargo, la evolución de la física teórica demostró que este camino era impracticable. Las innovadoras investi­gaciones teóricas de H. A. Lorentz sobre los procesos electrodinámicos y ópticos en cuerpos móviles demos­traron que las experiencias en estos campos conducen con necesidad imperiosa a una teoría de los procesos electromagnéticos que tiene como consecuencia irrefu­table la ley de la constancia de la luz en el vacío. Por eso, los teóricos de vanguardia se inclinaron más bien por prescindir del principio de relatividad, pese a no poder hallar ni un solo hecho experimental que lo con­tradijera.
Aquí es donde entró la teoría de la relatividad. Me­diante un análisis de los conceptos de espacio y tiempo se vio que en realidad no existía ninguna incompatibili­dad entre el principio de la relatividad y la ley de propaga­ción de la luz, sino que, ateniéndose uno sistemática­mente a estas dos leyes, se llegaba a una teoría lógica­mente impecable. Esta teoría, que para diferenciarla de su ampliación (comentada más adelante) llamamos «teoría de la relatividad especial», es la que expondre­mos a continuación en sus ideas fundamentales.


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